Espero que disfruteis de este nuevo relato. Está escrito en forma de diario y obviamente narrado desde la primera persona. La verdad es que hacía demasiados años que no narraba algo en primera persona y espero que os guste.
El Último Diario.
10 de Marzo del 2005.
«AMOR». No lo entiendo. He entrado corriendo en mi habitación. Siempre he querido estar a su lado sin importar las consecuencias y ahora, cuando más me necesita me aparta. «AMOR» lo he escrito en este diario tantas veces estos últimos meses. Pero de verdad sigo sin comprender por qué no quiere que esté a su lado. Que deje de ser su novio. No se lo tengo en cuenta la verdad. Hemos estado juntos casi un año, para ser exactos faltan 10 días para el año. El 20 de Marzo… es curioso, empezamos el día de su cumpleaños… el día de su decimoséptimo cumpleaños.
Paso atrás las páginas y veo la cantidad de momentos que hemos pasado juntos. La mayoría felices, otros no tanto. Hace dos meses le diagnosticaron esa maldita enfermedad que se la ha ido comiendo poco a poco. Pero no me separé de ella.
Aún recuerdo la conversación que tuvimos a la semana del diagnóstico. Me dijo que sería mejor que me separase de ella, que la olvidase. Nunca pude hacerlo y ahora, tampoco puedo. Dice que seguimos siendo amigos, pero yo no la quiero sólo como amiga. La amo realmente más que a nada en este mundo.
Hoy me está costando comer. Siempre he tenido bastante buen apetito y creía que las penas de amor se pasaban mejor acompañadas de una buena comida y un par de litros de cerveza.
-¿Qué te pasa? -me ha preguntado mi madre tocándome la frente preocupada por si estaba enfermo
-Nada -le he respondido lo más vagamente que he podido-. No tengo hambre, nada más.
La tarde se ha hecho demasiado larga y no he podido aguantar más tiempo en mi casa esperando sin hacer nada. «¿Seguimos siendo amigos, verdad?» me he preguntado mientras mis pies me han llevado directamente a su casa. Me han abierto sus padres. Ya me conocen y me han indicado que pasase a su habitación, Tras casi un año de salir juntos, ellos ya me han visto varias veces y han aceptado nuestra relación. Es curioso que yo no se la haya presentado a nadie de mi familia. No por falta de valor, sino porque no quería que se metieran en medio como siempre hacen.
Estaba tumbada en su cama. Sus ojos tristes tenían muestras de haber estado llorando, pero me ha dirigido una pequeña sonrisa al verme mientras me acercaba a sentarme a su lado cogiéndole la mano.
-¿Qué tal llevas el día? -le preguntaba mientras acariciaba suavemente su mano.
Ella se quedó en silencio y me respondió con otra pregunta.
-¿Qué haces aquí? ya no somos novios.
Esas palabras se me han clavado en el corazón como si me rompiesen. Aunque he mantenido la compostura lo mejor que he podido.
-Seguimos siendo amigos -he intentado mirarla a los ojos mientras se lo decía convencido, pero no me he atrevido porque supongo que ambos sabíamos que era mentira-. Eres mi amiga y estás aquí enferma, creo que es mi deber como amigo estar contigo.
La tarde ha pasado tranquila dentro del nerviosismo que guardaba. Ha habido muy buenos momentos y lo más importante, la he visto sonreír. Nada más salir de su casa, mi cuerpo ha puesto el piloto automático otra vez. Yo no podía ver, las lágrimas caían por mis mejillas y realmente no podía pararlas ni ver por dónde iba. Me he encerrado en mi cuarto nada más llegar y no he salido siquiera a cenar. No quería ver a nadie ni hablar con nadie. Espero poder dormir algo.
11 de Marzo del 2005.
El sol ha salido y yo continúo aquí sin dormir. No voy a ir a clases por la mañana, no me siento con fuerzas de aguantar las largas horas de cosas que ya me sé. No sé por qué, pero siempre me aburrí en las clases. Sobre todo desde que empezaron a repetirse todos los días las cosas que ya me sabía. Me he duchado, me he vestido y estoy esperando que se haga una hora prudencial para ir a verla de nuevo.
Verla ahí en la cama me duele. No poder besarla y abrazarla, el no poder mostrarle mis sentimientos me está matando. No quiero dejarla sola. La amo con locura. Cada vez que la veo sonreír mi corazón se acelera. Gracias Dios, he podido saber cómo es la sonrisa de los ángeles antes de morir. Cuando salía ya era casi la hora de comer. Sus padres me han preguntado si quería quedarme a comer, les he dicho que no quería molestarles y que tenía que ir a preparar la comida para mi hermana.
He recogido a mi hermana del colegio. Qué afortunado es tener cuatro años y vivir sin preocupaciones. Ver a mi hermana me hace olvidarme de todo lo que me rodea. Me encanta ver cómo va descubriendo muchas de las cosas de la vida, como se fija en los pequeños detalles que en unos pocos años, pasarán inadvertidos para ella por siempre, como es ajena a este dolor y esta desesperación que siento, aunque no es tonta, se da cuenta de que me pasa algo.
Esta tarde he vuelto a ir a verla. Ahora sonríe cada vez que me ve aparecer por la puerta. Que dulce es. Me ha vuelto a poner esos ojitos tiernos, esos que siempre me ponía cuando quería que la besase. No sé, tal vez mis ganas de besarla me hayan jugado una mala pasada en mi cabeza. La amo demasiado y no quiero que se sienta mal así que he contenido el enorme deseo que sentía por besarla.
Hemos hablado de cosas triviales la mayor parte del tiempo. Al final mientras me temblaba la mano, me he atrevido a volver a tocar su rostro. Estando tumbada y habiendo guardado siempre una distancia prudencial, no me había dado cuenta de cómo ha adelgazado en estos últimos días. Me he marchado a casa porque se acercaba la hora de la cena. El tiempo ha pasado demasiado deprisa. Mañana la volveré a visitarla. Creo que cada vez la quiero más si es que eso es posible.
12 de Marzo del 2005.
Es sábado y mi familia se ha ido a la parcela. Menos mal que he podido escaquearme y me he quedado solo este día. La verdad es que mi madre y su marido empiezan a preguntarse qué anda mal conmigo. He esperado un tiempo y a las once de la mañana he salido directo a casa de Ana.
Sus padres me han recibido como siempre y me han acompañado hasta la puerta de su habitación. No sé por qué pero me ha ocultado la cara cuando he entrado. Hemos hablado de muchas cosas, nuestras conversaciones se vuelven cada vez más trascendentales. Le he vuelto a acariciar su cara y con mi mano en su mejilla, su madre ha entrado.
-¿Quieres quedarte a comer? -Me ha mirado a los ojos con una sonrisa franca mientras me preguntaba. Instintivamente he mirado a Ana y mi mano que seguía en su mejilla y delicadamente he acariciado su rostro mientras retiraba mi mano y pensaba en cómo contestar.
-Si no le importa a Ana -dije lo primero que se me ocurrió y mis ojos miraron fijamente a los de ella que mostraban sorpresa.
-Por mi vale.
Ella se sonrojó al decirlo y su madre dijo perfecto con esa sonrisa alegre que dibujaban sus labios. Se hizo un silencio un tanto incomodo cuando cerró la puerta tras marcharse y su mano se apoyó en la mía. Al final todo siguió igual que antes y el día dio paso a un bonito atardecer que contemplamos por su ventana.
13 de Marzo del 2005.
La mañana de domingo era muy cálida. A mí me importaba bien poco si llovía, nevaba o caían chuzos de punta. Iba a volver a casa de Ana. Tras ducharme me vestí y fui andando lo más rápido que pude a su casa. Me abrieron la puerta pero no me recibieron sus padres. Ana estaba sola en casa.
-Sabía que eras tú. -Esa tímida sonrisa que me dedicó me pareció que brillaba más fuerte que ese sol casi primaveral.
Tragué saliva cuando ella agarrando mi brazo apoyó su cabeza en mi hombro y nos encaminamos a su habitación. Cerró la puerta tras de sí y se sentó en la cama indicándome que me sentase a su lado.
-¿Paco, por qué vienes todos los días? -Esa tierna mirada no era mi imaginación. Sus palabras me descolocaron completamente y con esos ojos dulces no pude mentir
-Porque te amo.- Un nudo se hizo en mi garganta y aparté mis ojos de los suyos. Supongo que mi cara estaba roja como un tomate.
No hubo más palabras. Ella puso sus manos en mis mejillas y me besó con todo su corazón. Poco a poco fue quitándome la camiseta mientras mis manos temblorosas quitaban el pijama que llevaba.
-Lo siento -me dijo tímidamente mientras giraba su rostro-. Ya no soy guapa y supongo que no querrás estar conmigo. -Casi lloraba al decir esas palabras. Yo no pude decir nada, simplemente la tumbé con suavidad y comencé a besar todo su cuerpo. No era nuestra primera vez, pero creo que esta fue la vez más especial. Estábamos nerviosos y miré su sonrojado rostro pidiéndole permiso. Ella acarició mi cara y con una lágrima de felicidad mientras dibujaba una sonrisa nos hicimos uno.
-Mis padres sabían que vendrías -dijo mientras me abrazaba tumbados en la cama.
-Tus padres saben que te quiero más que nada en el mundo.
La conversación que tuvimos tras esas palabras no me agradó. Fue demasiado trascendental para después de haber hecho el amor. Sus padres llegarían bien entrada la tarde así que desnudos, fuimos a la cocina y preparé su plato favorito.
La tarde la pasamos tumbados juntos en la cama, ya vestidos porque sus padres podrían llegar en cualquier momento. Fueron dos horas de conversación entre besos suspiros y caricias.
17 de Marzo del 2005.
Todo el tiempo que podía lo pasaba con ella. Cada vez estaba más delgada. Las conversaciones empezaban a tornarse demasiado profundas. Supongo que ella era más madura que yo. Sus ojos no reflejaban pena en ningún momento y cada vez era más dulce. Nos besamos mientras estaba tumbada en su cama. Sus dulces labios me respondían con todo su corazón y las pocas fuerzas que tenía.
-Te amaré eternamente -me dijo tras separarnos del apasionado beso de despedida con una sonrisa en sus labios.
-Y yo a ti mi vida.
Volví a mi casa y rompí a llorar. ¿Cómo no me había dado cuenta? su luz se estaba apagando frente a mis ojos y yo no podía hacer nada más que entregarle todo mi amor.
No puedo dormir. La amo y veo que la perderé para siempre. ¿Qué voy a hacer ahora sin ella? golpeo la pared con un puñetazo. Son las cinco y media de la madrugada y no puedo siquiera escribir algo coherente en estas estúpidas páginas.
18 de Marzo del 2005.
Hoy he ido nada más levantarme. Este viernes negro y lluvioso no me iba a separar de la mujer que amo. La mirada de preocupación de sus padres me avisaba de que algo no marchaba muy bien. No hice caso a las señales y me encaminé a la habitación con paso decidido. Allí estaba ella. Su enorme luz no era ahora más que una pequeña cerilla que se iba consumiendo a pasos acelerados. Hablamos poco y lo poco que lo hacíamos era para decirnos cuanto nos amamos. La besaba suavemente y en ningún momento pude soltar su mano. El tiempo a su lado aun así pasaba rápido y ella me dedicaba la más brillante de las sonrisas. Su madre apareció con una bandeja con una comida ligera. Ella se sonrojó. Supongo que avergonzada de que la viera así.
-Ya me encargo yo de que coma -dije a su madre mientras le quitaba con cuidado la bandeja de sus manos.
La pobre mujer se marchó con esa sonrisa artificial que había adornado su rostro toda la mañana.
-¿Por qué haces todo esto? -Ana esquivaba mi mirada. Supongo que yo también tenía una falsa sonrisa que mal disimulaba la pena que me consumía-. No tienes por qué hacerlo.
-Lo hago porque quiero hacerlo -suspiré mientras expulsaba el aire que había cogido-. ¿No te das cuenta que te quiero más que a mi vida?
Dificultosamente se incorporó. Esa dulce mirada que me pedía a gritos un beso, hizo que me inclinase sobre ella.
-Yo también te quiero -me dijo al separar nuestros labios.
-Muy bien mi alma, ahora tienes que comer.
Al acabar de comer quiso que me tumbase a su lado. Su madre entró a la habitación a recoger la bandeja y al verla dormida en mis brazos suspiró mientras un ahogado llanto se formaba en su rostro. Poco después salí de la habitación dejándola descansar mientras aguantaba las lágrimas que se empujaban para salir. Pasé por la sala para despedirme de sus padres. Allí estaban ellos sentados en sus sillones contiguos. La madre aferraba la mano de su marido mientras con la otra mano clavaba sus dedos en el suave cuero del otro reposabrazos.
-Paco, queremos hablar contigo un momento. -El silencio tras esa sentencia de él, me heló la sangre y me paralizó-. Por favor siéntate.
Me senté pausadamente como si la energía de mi cuerpo estuviese siendo drenada. Creo que ya intuía lo que estaba pasando pero no quería creerlo. ¡No podía estar pasando!
-Mira, eres un buen chico – empezó hablando ella, pero empezó a sollozar mientras intentaba sacar las palabras, así que respiró hondo y miró a su marido mientras secaba sus lágrimas.
-No voy a andarme con rodeos, los médicos nos han dicho que puede que no pase de hoy.
Esa frase aún está retumbando en mi cabeza. No recuerdo mucho de lo que pasó después. Ni siquiera cómo llegué a mi habitación. El por qué tengo este sabor amargo en la boca es porque vomité la bilis que era lo único que había en mi estómago. No he comido pero me da igual. Quiero estar con ella hasta el final. La amo, y nada va a cambiar eso nunca. Ni siquiera la muerte.
Esa tarde la pasé con ella charlando abrazándola y besándola. No quise estar mucho tiempo, no quería molestarla ni que se esforzara demasiado. Al volver a mi casa me han obligado a cenar. Mi madre está asustada de mi comportamiento. Prefiero que no sepa que me está pasando. Sólo la preocuparía más y ya tiene bastante con su reciente aborto espontáneo. He engullido la mitad de la cena para poder irme corriendo a mi cuarto. Sólo tengo ganas de llorar, sólo quiero estar contigo aunque para ello tenga que morir.
19 de Marzo del 2005.
¿Mañana haremos un año juntos? ¿Podrá cumplir los 18 años?
Esas son las cuestiones que rondaban en mi cabeza cuando me he levantado. Estamos a sábado y me he levantado pronto para recoger en la joyería el regalo que había encargado. Tras recogerlo vuelvo a mi casa y abro la pequeña caja donde un colgante y una pequeña moneda con nuestra foto favorita, ambos de perfil a punto de besarnos, está grabada en una fina capa de oro. He gastado los pocos ahorros que tenía en esas dos pequeñeces y las lágrimas salen solas de mis ojos al recordar esos tiempos mejores.
Llegué a su casa tan rápido como pude. Sus padres me recibieron tranquilos. Ella estaba sentada en su cama y me dedica una radiante sonrisa cuando me ve cruzar el marco de la puerta. Se encuentra bastante animada. Me recuerda tanto a esos meses antes del diagnóstico que parece mentira que los médicos hayan dicho que su corta vida llega al final. La verdad es que pasé el día entero con ella, incluso comí en su casa. Estaba tan bien que comimos los cuatro juntos en el comedor.
El día pasó tan corto. La besé con desesperación. Espero que se haya dado cuenta que la amo con todo mi corazón mi mente y mi cuerpo. La verdad es que el día de hoy me es como un pequeño rayo de esperanza.
20 de Marzo del 2005.
Es domingo. Un precioso día primaveral. Los pájaros me han despertado. Ha sido la primera noche en un tiempo que he podido dormir más de dos horas. Me siento bien, con fuerzas y con esperanzas. Hoy mi querida Ana cumple 18 años de los cuales ha compartido uno conmigo como su novio. La amo con todas mis fuerzas y espero que estos dos pequeños regalos que sujeto contra mi corazón le arranquen una sonrisa. Voy a ducharme y a vestirme rápido para ir a verla y decirle que la amo más que nunca.
Llegué a su casa y seguía tan animada como ayer. Incluso esta vez ella salió a recibirme a la puerta.
-¡Felicidades! -le dije mientras me acercaba a besarla. Fue un beso suave y tierno-. También hoy hacemos un año
Me puse tan rojo que me podían haber utilizado como bombilla en un club de carretera. Ella también y cogiéndome la cara con sus suaves manos mientras sus padres reían, me besó apasionadamente.
Tras charlar un poco los cuatro, nos fuimos a su habitación. Se sentó en la cama suspirando y comenzó a hablar.
-Cuando no esté aquí -empezó a decir un poco nerviosa.
-No mi vida -cortándola le besé la frente-. No pienses en esas cosas ahora. Hoy es un día feliz. Haces 18 años.
-Y hacemos un año -dijo suspirando y acercando sus labios a los míos.
Saqué la pequeña caja que guardaba en el bolsillo.
-Toma mi vida -dije suspirando mientras me temblaban las manos.
Abrió la caja y el brillo de su rostro me cegó.
-Me encanta -me dijo mientras me pasaba la cadena con el fino colgante para que se lo pusiera-. Lo llevaré siempre.
No recuerdo cuantas veces nos besamos hasta que en una de ellas sus padres abrieron la puerta para anunciarnos que se iban a la misa.
-Yo no te he comprado nada por nuestro aniversario. -Sus ojos mostraban pena mientras hablaba.
-La verdad es que mi mejor regalo es poder estar hoy contigo.
No sé cómo esa cursilería pudo salir de mis labios. No sé por qué, ni siquiera pensé, pero a ella pareció gustarle y con las mejillas sonrojadas me besó mientras se quitaba la ropa.
-Hazme el amor -me dijo en tono pícaro-. Yo seré tu regalo.
-Y eres el regalo más bonito que puedo tener.
Dios mío aún siento su piel, su olor aún está grabado en mí. Acabo de ducharme mientras escribo esto y pienso que ropa ponerme para ir a verla esta tarde. El móvil está sonando. ¿Quién me llamará a las cinco y media de la tarde?
21 de Marzo del 2005.
Todo se ha acabado. El vacío se apodera de mí. Con ella se ha ido lo único que realmente me ha importado en esta vida de mierda. No puedo creer que ya no esté. Llevaba dos días tan bien. Su cuerpo estaba tan quieto en esa caja… El colgante, realmente lo llevará siempre. Ahí reposa junto a ella y mi corazón. No puedo seguir escribiendo.
22 de Marzo del 2005.
¿Ahora qué?
Estoy escribiéndote este hasta luego mi amor. No puedo creer que ya no vayamos a estar juntos nunca más. Estas últimas palabras de esta libreta llena de esperanza y nuestro amor, se moja ahora por las lágrimas que no paran de salir de mis ojos. La hoguera ya está lista y espero que quemando estos recuerdos en papel los puedas leer allá donde estés. Nunca te olvidaré mi amor.
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20 de Marzo del 2013:
El fuego quemó el papel, yo destrozado volví a mi casa. Los días han seguido dando paso a meses y a años, hoy ya ocho. Muchas mujeres han compartido mi lecho, pero a ninguna la he querido como aún te amo a ti.
No sé si la pérdida me ha hecho cínico o inmune al amor. Creo que contigo se fue mi corazón y no sé si lo volveré a encontrar. He vuelto a empezar otra «especie de diario» como el que escribía cuando estábamos juntos. Lo he querido empezar por mis últimos recuerdos de ese que compartimos. No sé por qué quemé nuestros recuerdos. Tal vez la desesperación que aún habita en mi me hayan hecho tomar esa medida desesperada. No lo sé.
Lo que sí sé es que nunca he podido volver a escribir la palabra Amor de la forma en que lo hacía cuando estaba contigo. Con ese pequeño diario cuanta tinta ardió, cuantos poemas y canciones. Pero lo que más arde es tu recuerdo dentro de mí, que me abrasa continuamente mientras no dejo de recordarte.
No espero encontrar nunca a nadie que signifique lo que has significado tú. Estos ocho años me han servido para darme cuenta que eso es imposible. Sólo espero poder encontrarte algún día en la otra vida y que volvamos a estar juntos. Espero que por siempre.
Inspirado en hechos reales.
Espero que hayais disfrutado de este relato.
Un saludo.
P.D: Olvidé mencionar que este relato lo he escrito gracias al disparador creativo de literautas con uno de sus ejercicios de escritura en este caso el número 17 llamado «el cuaderno».
Paco Chinchilla.